Finnegans Wake

Leo en El País, que por fin, tras nada más y nada menos que 30 años de trabajo, se va a publicar la última obra, la «obra definitiva» de James Joyce, que lleva por título, Finnegans Wake. De ella, el autor del artículo dice lo siguiente:

No está muy claro qué suerte de artefacto literario es Finnegans Wake. Ni siquiera está muy claro en qué idioma está escrito. La base es un inglés desnaturalizado por la desaforada inventiva lingüística del autor, que en distintos momentos de la obra incorpora oraciones e incluso párrafos enteros en 70 idiomas. Algunos la han definido como una frase de 700 páginas, otros como una palabra de medio millón de caracteres.

El artículo entero puede leerse aquí. No entiendo del todo esta fascinación por lo ininteligible. Mi primera impresión, y habiendo leído sólo Dublineses, del autor, es que esta novela es una suerte de experimento literario. Como no lo he leído, no me quiero aventurar a dar una opinión sobre el contenido, pero a priori, me planteo esta cuestión. Si no hubiese sido escrito por Joyce, ¿generaría el mismo fervor? Lo dudo. El artículo dice esto también:

Gustave Flaubert calculaba que para que el público general pudiera apreciar adecuadamente una innovación artística excesivamente revolucionara era preciso que transcurrieran 80 años. En tanto se cumplía el plazo, el autor estaba condenado a vivir un continuo rechazo. Y eso es exactamente lo que ha ocurrido con Finnegans Wake, obra del escritor irlandés James Joyce, considerada la novela más ininteligible de todos los tiempos y de la que hoy se publica la primera versión revisada.

Me pregunto por qué algo ininteligible, que seguramente sólo puedan apreciar unos pocos, me atrevo a decir que no comprender, que además son seguidores incondicionales del autor; puede ser considerado excesivamente revolucionario. Esta novela, terminada en 1939, sale al mercado con un precio de 300 y 900 euros, encuadernada en piel de becerro negro. Este precio es un matiz más en el concepto de la obra, está planteada para un círculo muy cerrado de lectores, como decíamos, seguidores incondicionales del autor y además con un poder adquisitivo elevado. Estoy convencido de que Joyce creó esta obra de una forma totalmente honesta, no con el afán de engañar a nadie. Y estaba en todo su derecho, era el culmen de su trayectoria como escritor. Pero, si no apreciamos esta obra, ¿es que no estamos preparados para ella, o cabe plantearse que tal vez es ella la que no está preparada para nosotros?

Encogiéndose de hombros, el escritor afirmó que calculaba que los críticos tardarían 300 años en descifrarla.

Joyce al parecer quería plantear una especie de enigma. Todo esto me recuerda, irremediablemente, al cuento aquel en que un niño gritaba, ¡el rey está desnudo!


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