«¡Ah el horror!¡El horror!» Con estas palabras, el enigmático y preclaro Kurtz, se despide de la vida en El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, la novela que inspiró Apocalypse Now. Comencé a leerlo por sus similitudes con Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy. En ambas novelas hay dos personajes que me han fascinado, el juez Holden y el susodicho Kurtz. Ya hablé de El Juez en su momento, al igual que de las diferencias entre el horror y el terror. Voy a centrarme ahora en la figura del protagonista de esta novela.
Kurtz es la personificación de las pasiones más abyectas del ser humano, de sus ansias de poder, de su arrogancia, de la crueldad, de la indiferencia hacia lo más básico. Es el misterio hecho carne, una leyenda viviente de la que se habla durante toda la narración, pero que no aparece nunca. Es la ausencia, el mito. Pero por otra parte es la seducción, un visionario, tal vez perturbado, tal vez extremadamente cuerdo. Es como decía, un enigma, una divinidad selvática, que como en el Wendigo, de Lovecraft, ha sido arrastrado hasta lo más profundo e indómito del planeta, para ejercer allí de tercer polo magnético. Es capaz de provocar la admiración total entre la gente que le escucha, hasta el punto de conseguir ser un dios en vida para ellos. Kurtz ES el corazón de las tinieblas, aparte de vivir en él.
Ahora voy a comenzar Moby Dick, otro libro relacionado con Meridiano de Sangre y la novela a la que dedico esta entrada. Próximamente comentaré mis impresiones acerca de este clásico, que todavía no he leído. Mientras, dejo aquí el monólogo final de Kurtz en Apocalypse Now, que si bien se toma algunas licencias (de ahí que esté inspirada), recrea este momento con una potencia descomunal.
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