Anoche, pasada la una de la madrugada, decidí continuar con la lectura de «Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques», de Jack Kerouac y William Burroughs. Me había hecho con él en la Feria del Libro, no sabía que ya había sido traducido al castellano. Mi plan era leer unas páginas y acostarme, el día había sido agotador. Evidentemente, caí en la trampa. Llevaba unas treinta páginas cuando retomé el libro. La historia cuenta el truculento asesinato de David Kammerer a manos de Lucien Carr, ambos del círculo de beats de Nueva York, de los años de la II Guerra Mundial. Para quien no conozca la historia, Kammerer, pretendía a Carr, tras años siendo su sombra, siguiéndole donde quiera que fuese, y haciendo lo que Carr quisiese de él. Finalmente, el 14 de agosto de 1944, Lucien apuñaló a Dave, con su navaja de boy scout, tras una discusión no del todo clara. Creyéndolo muerto, lo arrojó al río, donde se ahogó. Este episodio acabó salpicando a los autores de esta novela de no ficción, al más puro estilo Capote (al que presentarían más tarde a Burroughs).
La novela permaneció oculta y sin publicar desde que fue escrita, en 1945, convirtiéndose en oscuro objeto de deseo para editores y agentes. Pero por deseo de Burroughs y Carr, permaneció inédita hasta que ambos fallecieron, en 1997 y 2005 respectivamente. Ahora tenemos la oportunidad de leer este material de dos autores a los que conocemos por obras posteriores, influenciadas ya por otras tendencias y situaciones vitales (como la turbia relación de Burroughs con el hampa, o la decisión de salir a la carretera con Cassady por parte de Kerouac). Muy recomendable.
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