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Jéssica click un vacío y no consigue encontrarlo. Lleva años intentándolo. Todo está siempre tan lleno, tan abarrotado, tan saturado. Todo siempre repleto de sitios ocupados, de espacios comprometidos. ‘No es tanto pedir’, piensa. Jéssica solo busca un vacío enjaulado, una habitación diáfana en la que poder entender por fin por qué nada, etimológicamente hablando, significaba en origen cosa nacida.

Inventario, artículo 1

Si Mónica hubiese tenido un globo lunar durante todo aquello no se habría perdido en aquel Oceanus Procellarum. De haberlo tenido a mano habría sabido orientarse, encontrar el camino que lleva del Lacus Doloris al Solitudinis y de ahí al Oblivionis: dolor, soledad, olvido por último también en la Luna, donde la gravedad es menor pero no por ello las heridas hacen menos daño. ‘Al menos allá arriba todavía nos queda algo -se dice-. Podemos poner nombre a los cráteres’.

Inventario, artículo 2

Quería la inmunidad diplomática de la que gozaban algunos privilegiados para ser inmune a la diplomacia y así poder decir y hacer lo que le viniese en gana en cualquier situación. No le gustaba morderse la lengua, y por ello le llamaban radical. Y él se alegraba de ser radical, radical libre de gran poder reactivo, raíz que se hunde en la tierra a la que todos volvemos por igual.

Inventario, artículo 3

Un botón, un botón para estirar la ropa de cama. De pequeña pedía que la arropasen tirando bien de las telas, la hacía sentir segura, pero luego todo se deshacía y echaba en falta ese botón fantástico. Hoy de aquello, algo queda. Sigue manteniendo siempre cierta tensión en las sábanas pero también fuera de ellas: es la mejor manera de protegerse. Lo mejor para soñar.

Inventario, artículo 4

Lo que más deseaba era estar cara a cara de nuevo con aquel piano de cola levantado en madera clara, aquel instrumento que constituía su primer recuerdo, el origen mismo de su memoria, la primera piedra de una catedral de momentos de la cual algunas partes ya habían caído. No todos los materiales resisten igual el paso del tiempo. Sin embargo aquel piano.

Inventario, artículo 5

Una Hispano Olivetti negra de los años treinta, reluciente, salvaje como un mustang, resistente como un caballo árabe; una máquina extraordinaria con la que al fin poder encontrar todas esas palabras que siempre había querido decirle pero que se le acababan escabullendo entre los dedos.

Inventario, artículo 6

Si tocabas donde no debías se quejaba, y entonces perdías. Parecía divertido. Si cometías un error, si te temblaba el pulso más de la cuenta, simplemente saltaba una alarma, una luz roja, un zumbido: nada por lo que preocuparse. No como en la vida real. En la vida real, muchas veces, la suerte se mide en latidos.

Inventario, artículo 7

En aquella cámara Rolleiflex cabría todo el espanto cotidiano, toda la apatía de la calle, toda la afasia: la burguesía de rellano con su olor a lejía, los accidentes, los besos. La imagen en formato medio de los inadaptados. La usaría como trampa también para atraparla a ella en un instante de papel; para verla como nunca a través de dos ojos y unas lentes gemelas.

Inventario, artículo 8

Javier se perdió en alguna encrucijada camino de Shangri-La, el hogar de los siempre felices escondido en el Himalaya. El fallo pudo estar en cualquier metro del viaje: una decisión incorrecta, algún desvío equivocado, un cambio de sentido inesperado. O simplemente el no disponer del mapa con la ruta hasta un lugar imposible.

Inventario, artículo 9

Un telescopio, Amalia quería un telescopio. ¿Y un microscopio? No era lo que deseaba, aunque bien pensado, ¿qué diferencia había? Si a veces lo pequeño crece hasta hacerse inmenso, y otras, lo que nos parecía inmenso se vuelve insignificante si nos alejamos lo suficiente.

Inventario, artículo 10

Publicado por Eduardo Almiñana

Escritor y terrícola.

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