🦠 Sílithus, de Enrique Falcón

Vengo del futuro: en un tiempo muy anterior a este Enrique Falcón no llegó a ser maestro mío en jesuitas pero sí lo fue posteriormente en un taller de poesía en la universidad que me cambió la vida. Hoy he pasado el Día Mundial de la Poesía leyendo Sílithus (La Oveja Roja, 2020) -y sus anotaciones-, apocalipsis que ha escrito durante años y que ha entregado hoy a la gente. Madre mía. A ver:

En los esqueletos silíceos de los radiolarios se ha revelado lo que está pasando-ha pasado-pasó-pasará: las prisiones, las plantas eslabones entre la tierra y el Sol, los perros y los niños tristemente relacionados por nuestras operaciones criminales -las del vecino, las nuestras- en la República Centroafricana, el árbol donde cuelga la ixtab diosa maya de los suicidios, la realidad worldofwarcraftiana, warcraft, el arte de la guerra. Insectos.

Arranca la tercera parte, el Libro de las luminarias, y pienso en Rusia y en un margen aparece el botánico Timiriázev, estoy leyendo poesía, pienso, la estoy leyendo como quiero leerla, de algún modo ha habido un intercambio, mis receptores neuronales han hecho chas con los neurotransmisores botánicos-biológicos del autor.

Termino el libro muy en otra parte, con los ojos galácticos hiperfuturistas, y descubro que todavía queda la revelación final: las anotaciones de Sílithus son caer al universo falconiano como Antman cae al universo cuántico o el Doctor Strange a las dimensiones escondidas de las artes místicas. En un tiempo muy anterior a este -como se dice en Sílithus-, empecé el viaje.

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