🦠 «No creo en el coronavirus». Lo de la conspiranoia

La conspiranoia se desmonta con hechos. Los conspiranoicos y los magufos caen siempre cuando se analizan «sus fuentes», muchas de las cuales suelen ser lo que se han levantado creyendo ese día o lo que les han contado pero no pueden revelar. La gente está dispuesta a creer cualquier bobada porque la realidad es muy prosaica y jodida. Pero es así, chico, qué se le va a hacer. Una vez un tipo se inventó de broma que Australia no existía, que era todo una conspiración, y enseguida ya tenía gente que le creía. Véase los terraplanistas o los antivacunas. Es ridículo, pero es real. Es más fácil ganar dinero diciendo que se te ha aparecido la Virgen que investigando para dar con una cura para una enfermedad letal.

Lo peor es que suelen pintarse como guerreros por la verdad, cuando lo único que hacen es propagar la ignorancia. Nos piden que salgamos de Matrix pero viven en una película. Escriben sus delirios haciendo uso de aparatos y redes que han nacido de la ciencia, nunca de sus magias, pero luego desconfían por sistema de lo científico. No «creen» en enfermedades pero luego las padecen y van corriendo al oncólogo o al centro de salud en lugar de confiar en sus certeras intuiciones. El problema es que entre que dicen una estupidez y se contradicen, hacen daño, irritan, obstaculizan. El poder miente, y ellos desinforman.

De veras: a veces me encantaría tener su capacidad para esquivar las peores verdades de la vida con tanta facilidad. Me encanta la fantasía, pero no vivo en ella. Ojalá.


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