A Bolsonaro le quedan dos días en el Gobierno: según el medio digital castrense DefesaNet, el general Braga Netto ha sido nombrado Jefe del Estado Mayor del Gobierno con el objetivo de coordinar las acciones del Gobierno Federal incluso si ello «contradice las declaraciones del presidente Bolsonaro». Se refieren a él como «presidente operacional«.
Bolsonaro, que sigue negando la peligrosidad del virus, que dice que dios es brasileño y que esa es la cura, que asegura que un brasileño no se contagia porque es capaz de bucear en una alcantarilla y que no le pase nada, que convocó para ayer la que debía ser la mayor campaña de ayuno religioso y oración de la historia de Brasil como medida estrella, ha superado en la liga de los delirios y de la arrogancia incluso a Trump y a Boris Johnson. Ahora las Fuerzas Armadas del país, que por otra parte siempre han sostenido que la de la COVID-19 era la mayor amenaza a la que se ha enfrentado jamás Brasil, le han movido la silla a este capitán retirado que vive en una alucinación mientras en su país los líderes indígenas bloquean los accesos a las aldeas remotas para aislarlas de un contagio que las haría desaparecer, los narcos establecen toques de queda en las favelas por miedo al virus, y la curva crece directa a la catástrofe.
Jair Messias Bolsonaro -se llama así- ha creído que su nombre le daba poderes divinos, pero si la cosa sigue como parece, va a acabar de bruces con la realidad más terrenal. Es tiempo de mesías y de salvadores caníbales. Hay que ir con ojo.
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