Los Intocables

Casi nunca mezclo la política con las merinas en este blog, pero creo que este tema pasa de castaño oscuro, y además, más que política, es sentido común. Esta mañana, he abierto el país (digital) y he leído esto:

«El rechazo por la Sala Segunda del Tribunal Supremo del último intento de Garzón de desactivar las querellas del sindicato ultraderechista Manos Limpias y de Falange Española sitúa al juez a un paso del banquillo de los acusados. A la aberración histórica de que los crímenes del franquismo se vuelvan desde el ominoso pasado contra el juez que intentó abrir una causa penal sobre ellos se añade la jurídica de considerar ese intento como un acto prevaricador. La previsible apertura del juicio oral, tras remover el Tribunal Supremo el obstáculo que lo impedía, llevará a la suspensión automática de Garzón en sus funciones y a su expulsión de la Audiencia Nacional.»
Pertenece a su editorial «Ganan los falangistas». Si bien al principio me ha parecido algo sensacionalista, después he rectificado. Estas personas, por referirme a ellos de alguna manera objetiva, apelando a su condición ya olvidada de seres humanos, parece que consiguen quitarse de en medio a quien les molesta, siempre. Están utilizando la democracia (que si bien no es perfecta, es mucho mejor que el futuro que nos esperaría con ellos), para destruirla desde dentro. No puede ser que en este país, Franco no sea un criminal, y que el juez que decida iniciar los trámites para que lleguemos a una situación similar a la de Alemania, sea perseguido y atacado desde distintos frentes.

Y al final no pasa nada. No puede ser que un juez esté a punto de sentarse en el banquillo, y mientras Don Fabriccio y sus secuaces (para quien no haya captado el sutil chascarrillo, Fabra), en el que no me extenderé porque lo suyo da para filmar el Padrino IV; Camps y sus perros de presa, censores en toda regla, que desvirtuan impunemente el derecho a la libertad de expresión sin despeinarse ni arrugarse el traje (amén de pasar el cepillo por los fondos públicos, de ahí su condición de curita, como es conocido por sus amigos malhechores); Rita Barberá y su afán sin límites por hacer de Valencia una simbiosis entre una ciudad como Nueva York y una Falla descomunal, expolios al patrimonio incluidos; Cotino y sus amenzas pseudoveladas contra Mónica Oltra, al más puro estilo gángster; sigan tranquilamente, incluso felizmente, en sus cargos, respirando tranquilos e impunes. ¿Y al final quiénes pagan? Román de la Calle, o Baltasar Garzón. Abramos los ojos: Ellos nunca dimiten, nunca pagan. Son los Intocables de la sociedad. Pero no como en el sentido indio de la palabra, ojalá. Son Intocables en el sentido de la primera acepción de la RAE. Si tras un escándalo como el caso Gürtel, quien acaba destruido es Garzón, y Camps sigue levantándose cada mañana para ir a trabajar, algo muy oscuro estará pasando en nuestra sociedad.

Que el Tribunal Supremo esté tan politizado, y que cojee como cojea, y que mientras nosotros asistamos atónitos a este proceso sin que esto sea La Toma de la Bastilla 2.0, es para preocuparnos. ¿Qué será lo siguiente si acaban con Garzón y ellos siguen ahí, como si nada? Ocurrirá que habrá gando el fascismo. Y no es una exageración, Manos Limpias y Falange se habrán apuntado un tanto que les dará alas para arremeter contra quién sea el que ose intentar hacer justicia. Y seguiremos progresando en nuestro anquilosamiento como país. ¿Quién se va a atrever a ser justo, si cae Garzón y ganan ellos?

Editorial de El País, «Ganan los falangistas», aquí.

El Ojo Izquierdo


Comentarios

Una respuesta a «Los Intocables»

  1. Edur! Genial artículo, ¿eh? Tienes toda la razón. Comulgo con ello. Es una verdadera vergüenza y más que eso: es realmente preocupante.

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