Desde la decepción absoluta que me supuso Prometheus, llevo semanas consumiendo películas/series/documentales que tenía apuntadas en una lista llamada cosas para ver, y que se me estaban acumulando peligrosamente. Muchos de estos visionados pendientes son producto de recomendaciones de amistades o de páginas de las que me fío con los ojos cerrados. Espero en cierta manera poder transmitir esta misma confianza a mis lectores, porque necesito que todo el mundo vea la fantástica miniserie británica Black Mirror.

Es cierto que es del año pasado y que probablemente muchos la hayáis visto, pero por si acaso y para los rezagados decir que Black Mirror, creada por Charlie Brooker, está compuesta por tres capítulos autoconclusivos de en torno a una hora de duración, que nos muestran posibles escenarios a los que habríamos llegado a través del desarrollo tecnológico y su implicación en nuestra cultura y forma de entender la vida.

El primero de ellos, The national anthem, es una tragicomedia feroz en la que una popular princesa con gran relevancia en las redes sociales es secuestrada y obligada a grabar un vídeo solicitando su rescate que es colgado en Youtube. En este, especifica las condiciones bajo las cuales su raptor la dejará en libertad. Nada más y nada menos que a cambio de que el primer ministro fornique con un cerdo en directo en TV. Sensacional. Este capítulo en concreto es una crítica a la influencia perniciosa del espectáculo y sus difusores en distintas facetas de nuestro día a día, un aviso de cómo los tentáculos de la televisión o internet en su modo más deshumanizado y descontrolado llegan a trastornar el sentido de lo que es correcto y de lo que no. Es al fin y al cabo una muestra de la frivolización absoluta actual, y de la dependencia del show en la ingesta de información o en el ocio. El espectáculo y la diversión son dioses que exigen sacrificios humanos, y hay que pagarlos para que la rueda siga girando. Meses después, nadie recuerda ni siquiera el nombre de estos desdichados que fueron fagocitados por el monstruo, ni se presta atención a los cadáveres que se ha dejado por el camino. Hay casos que todos conocemos de este fenómeno, casi cualquier persona ebria que ha tenido la desgracia de cruzarse con la oportunista cámara de Callejeros, un programa que se lucra grabando a personas con sus facultades mermadas por el alcohol, drogas o enfermedades mentales y emitiéndolo bajo la apariencia de un supuesto reportaje. Ellos o su cadena ganan con los ingresos publicitarios que generan, sin embargo, la gente en la que ponen su nocivo punto de mira, pierde. Conozco de forma cercana el caso de la chica que tenía algo en el pelo, que por supuesto no era lo que sugerían, a la que por prestarles atención y darles unos minutos de material, la expusieron a la crueldad de la masa anónima, que se ha cebado con ella hasta la extenuación durante mucho tiempo. Ellos sin embargo, no asumen ninguna responsabilidad. Más reciente es el caso de la restauradora que ha creado el Ecce Mono a partir de un Ecce Homo. La cosa es graciosa hasta que la TV se aprovecha de la desesperación de la octogenaria mujer para reírse de ella en el telediario. A partir de ahí te das cuenta del daño que se le está haciendo. Por no hablar de los casos que han acabado en persecución pública extrema, como la historia de Naty en Chile, una menor a la que se grabó un vídeo practicando una felación a un compañero que se subió a internet, motivando su expulsión del colegio, entre otros millares de humillaciones en las que contribuyó de forma activa la “cobertura” de los medios de comunicación. Pero el motor de la caja tonta necesita una gran cantidad de destrucción para poder seguir funcionando.

Episodio 1

El segundo episodio es 15 Million merits, una metáfora futurista sobre nuestras sociedades presentes, en la que uno jóvenes viven por y para pedalear en una bicicleta estática que les suministra créditos que pueden canjear para comprar cosas, siendo la más preciada un ticket que otorga la oportunidad de acudir al casting de un programa de “talentos”. Lo terrorífico de este capítulo es que destila realidad por sus cuatro costados; el jurado constituido por mediocres que humilla al concursante y este que lo aguanta con la cabeza gacha para que le dejen ser una superstar de todo a cien, el trabajo absurdo, repetitivo y monótono a cambio de dinero que casi nadie cuestiona porque es necesario, el culto a la apariencia física rayando lo enfermizo, y la cosificación de la mujer que no es más que un objeto. Un retrato fantástico de cómo la TV proyecta la fama como sinónimo de triunfo y éxito en la vida. A destacar el actor protagonista, Daniel Kaluuya.

Episodio 2

La tercera y última entrega, The entire history of you es para mí, la mejor de todas. En ella somos testigos de cómo la tecnología ha conseguido que todos nuestros recuerdos puedan ser almacenados, conservados y ordenados en una memoria a modo de menú en nuestro cerebro, a la que podemos acceder por medio de un pequeño mando, que nos permite incluso proyectarlos en un monitor. Esto, por supuesto, es un arma de doble filo; nuestros mejores momentos ya no se diluyen en nuestras neuronas, pero tampoco lo hacen los peores, como por ejemplo una infidelidad en una pareja. Tremendamente creíble y factible. Todo tiene un halo de naturalidad que hace que parezca muy cercano. ¿Qué ocurriría si tuviésemos esta capacidad? Impedir el efecto corrosivo del paso del tiempo puede degenerar en obsesiones y en vivir anclado a los recuerdos. Nada descabellado.

Episodio 3

En definitiva, este es el resumen de lo que encontrarás si te animas a ver Black Mirror. Por mi parte, me encantaría que en lugar de tres, fuesen diez partes si mantuviesen la misma calidad.

Edu Reptil Vimeo Youtube

Publicado por Eduardo Almiñana

Escritor y terrícola.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.