Ganchitos y criaturas sagradas [fanzine]

Si tienes miedo al 5G, crees que joder, el mundo se va a la mierda, que el Anak Krakatoa es una señal y que Ana Pastor vigila tus conversaciones por Whatsapp, este fanzine es para ti. Lo hemos escrito Weldon Penderton, Mr Perfumme y Eduardo Almiñana, y puedes descargártelo o leerlo aquí mismo.


«La verdad es que el virus es bastante fino. Quiero decir, que imagínate un virus que matase también a los niños, por ejemplo. Ahí las cosas habrían sido de otra manera. Para empezar, todos esos oficinistas obedientes que seguían yendo a trabajar a pesar de que la oficina no era segura, sólo porque se lo decía el botarate de su jefe, se habrían puesto imposibles. Habrían salido corriendo para casa, habrían cargado el coche de comida, dejando sin comida a los demás, y habrían conducido histéricos sin saber dónde. Lo que se dice cundir el pánico. Y esto ya sí que habría sido Mad Max, porque ya no habría quien fabricase comida ni quien la llevase hasta las ciudades, y, cuando se les acabase la gasolina, esos padres histéricos se bajarían del coche y matarían a una vieja de cualquier casa de pueblo para quitarle lo que era suyo y dárselo a sus hijos, porque la gente que tiene hijos es así, siempre dispuesta a hacerle a los demás lo que no les gusta que les hagan a ellos».

El virus que amaba a los niños. Weldon Penderton



«Como vulcanos furiosos con dolor de espalda crónico por culpa del confinamiento: la dilatación en el tiempo de los sucesivos estados de alarma cristalizó el movimiento de los curvianos —flatteners en su vertiente anglosajona—. Nadie sospechó ni trató de impedir las reuniones fortuitas en lavanderías de barrio en las que forjaron sus primeras relaciones los protocurvianos y en las que ella comenzó a ganar adeptos, fieles que pronto trasladaron el mensaje de lavandería en lavandería, haciendo de estos establecimientos ajenos a la prohibición y al cierre sus templos —de estas primeras catacumbas, sus sudaderas con cremallera y capucha siempre impecables y con olor a suavizante, y la costumbre de los curvianos de oficiar sobre imponentes lavadoras industriales de acero, y el clímax ensordecedor y extático del centrifugado al final de sus eucaristías—. Al principio se trataba solo de individuos solitarios haciéndose compañía: se sabe que ella y sus apóstoles originales coincidían a la hora de la siesta, que se sentaban en los puntos ciegos de la cámara y en aquellos que quedaban ocultos al vistazo fugaz de un coche patrulla que pudiese pasar junto a la puerta de cristal, que en el génesis de la gran secta del tercer milenio aligeraban la frustración acumulada tras semanas de encierro en pisos de sesenta metros y alquiler gentrificado, compartían miedos y odios que bebían del pandemónium cacofónico, afónico y desquiciado en que se habían convertido las redes sociales». 

EVANGELIO-19, Eduardo Almiñana



«Yo lo que quiero decir es que esta plaga no se diferencia de cualquiera de las otras ¿Cómo? Ya sabe, las otras. No haga como que no sabe de qué le hablo. ¿Qué? Pues ya sabe, las langostas, el sida. Todas esas. Y con esto no quiero decir que sea Jesucristo nuestro señor el que las traiga. Eso sería blasfemia. Pero es evidente que guardan cierta relación y que esa relación tiene que ver con lo moral y con lo que está bien y con lo que no lo está. ¿Qué? Bueno, pues en lo del sida está claro, ¿no? Darse por el culo. Y lo de las langostas, pues… Mire, yo no soy historiador, sólo le digo lo que veo. Pero seguramente que sería por darse por el culo también. Mucha gente piensa que la gente empezó a hacerlo en los ochenta pero lleva ahí de toda la vida». 

Gente hablando de mazorcas, Mr Perfumme


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