La Coca Cola Zero no sabe igual que la Coca Cola normal

Lo siento pero no. Ayer probé de nuevo la Coca Cola Zero y por mucho que intenten convencerme, mi paladar dice lo contrario, no sabe igual que la de siempre. Además, me parece que es bastante obvio, no tiene en absoluto el mismo sabor. Sin embargo, he escuchado a muchos decir que es así, que saben igual, y no consigo entenderlo. Una cata de latas de ambos productos a la misma temperatura y abiertas a la vez, demuestra que no es así. Sin embargo, esta multinacional tiene una gran capacidad (muchos dólares) para invertir en campañas publicitarias que transformen un mensaje falso en una realidad. Su anuncio en el que se engaña a los espectadores de una película no prueba nada, la Coca Cola aguada e insípida de un cine no es el mejor barómetro para medir el sabor de la nueva. En cualquier caso, esto es solo un ejemplo de un fenómeno que siempre ha existido pero que a día de hoy es más alarmante que nunca, las mentiras obvias que a fuerza de ser repetidas acaban suplantando a la verdad y calando en el inconsciente colectivo.

Pongamos otro ejemplo: Un montón de personas se reúnen en mayo del año pasado pacíficamente en una plaza, como se puede comprobar por medio de todos los canales que hay allí retransmitiendo. La gente habla, debate, discute, se organiza. La Policía llega y atiza a todo el mundo, como demuestran una gran cantidad de grabaciones vía móvil, etc. Sin embargo, el mensaje posterior del Ministro del Interior es que estas actuaciones son «congruentes, oportunas y proporcionadas» y en las mismas, la policía «busca resolver los problemas y no crear más». Evidentemente de proporcionadas no han tenido nada, respecto a lo de congruentes y oportunas, para ellos, imagino que sí. De la misma manera ocurre ante la última visita del Papa, en las Jornadas Mundiales de la Juventud 2011, días en los que la Policía se emplea a fondo contra todos aquellos que no están de acuerdo con un sarao que demuestra una vez más que en España tenemos religión oficial, la católica, apostólica y romana. Me gustaría ver si pondríamos la mismas facilidades a un encuentro musulmán. El discurso del por entonces portavoz del Gobierno, José Blanco, defendía que tales agresiones, documentadas hasta la saciedad «no se habían producido». Si hubiese ocurrido, dijo, «algún hecho que a juicio del Ministerio del Interior hubiera supuesto un exceso se estudiaría». Aquí ocurre exactamente lo que Blanco dice, para el Ministerio, que se aporree a la gente no es un exceso. Pero me interesa el otro mensaje que se filtra en estas palabras, la negación de lo evidente, el “esto no ha ocurrido”.

En la era en la que vivimos, en la que hay cámaras (en los países ricos) en casi cualquier móvil, muchas situaciones que en otro momento no se habrían podido registrar, son grabadas y subidas a Internet casi en tiempo real, de tal manera que los actores de muchos hechos deplorables son cazados irremediablemente. ¿Qué hacer en el caso de que te hayan cogido con el carrito de los helados y esto puede ser visto por todo el mundo? Aplicar una famosa cita de Goebbels: una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. Sigamos con los ejemplos.

Una buena manera de llevar a la práctica esta teoría, es incluir las mentiras directamente en el uso de determinados conceptos. Según la RAE, terrorismo es la dominación por el terror, o la sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror, lo cual es perfectamente aplicable al trato que reciben los presos en Guantánamo (y en otras muchas cárceles del mundo), o a una invasión a un país como las perpetradas por nuestros gobernantes de la OTAN. El vídeo que muestro a continuación es sólo un ejemplo, pero hay muchos que hemos podido ver incluso en el NODO de nuestras cadenas de televisión.

Si esto no es la dominación de un país mediante el terror, entonces, es que no he entendido bien la definición o los señores de la RAE se han equivocado al elaborarla. Pero esto no es oficialmente terrorismo, son operaciones militares siempre a favor de instaurar la democracia en aquellos lugares donde no gozan de una democracia sana, saludable y participativa como las nuestras (ironic mode on). Lo mismo con el verbo invadir, según la Academia, irrumpir, entrar por la fuerza. Bueno, creo que los ejércitos no llaman precisamente a la puerta.

Otra manera de mentir hasta convertir una mentira en verdad, la más habitual, es pervertir un mensaje y alterar las consecuencias lógicas de una acción. Un ejemplo reciente y local es el famoso abaratamiento del despido con el fin de potenciar la contratación. Abaratar el despido, por sentido común, lo único que potencia es el despido, y en cualquier caso, no parece una buena vía para incentivar la contratación el retroceder en derechos laborales. No obstante, a fuerza de repetir esta patraña desde todos los canales de comunicación posibles, al final, la aberración se convierte en normalidad, y por consiguiente, en la verdad. Porque la normalidad, en muchas ocasiones se asienta sobre la injusticia, pero se asume como cierta y única posibilidad. Otro ejemplo de esta práctica es la farsa de que el Plan Bolonia iba a lograr una educación de mayor calidad. Es decir, la acción consiste en encarecer la enseñanza (amén de otras muchas cosas), y la consecuencia lógica es que en ese caso, mucha gente perderá la posibilidad de estudiar por su situación económica; pero el juego es sustituir la consecuencia por otra más ambigua y optimista: se mejorará la calidad de la enseñanza y seremos más europeos. ¿Por qué iba a mejorar si deja por el camino a una gran parte de la población? La respuesta es el silencio de la mentira. La maquinaria del dinero se pone a funcionar y crea un portal en el que lo único que se dicen son verdades a medias e interpretaciones sesgadas (adjunto enlace al final). Según la propaganda, todo va a mejor, aunque ahora tengas un grado en lugar de una licenciatura y tengas que hacer un máster. Oye, no pasa nada, vale lo mismo que antes. Que yo sepa, mi quinto de carrera no costaba ni de lejos lo mismo que un máster ofrecido por mi Universidad, y por supuesto, ni punto de comparación con un buen máster, que vale una millonada. Además, con este nuevo plan, trabajar y estudiar es realmente difícil, por tanto, si no tienes una familia que pueda subvencionarte cinco años de estudios, dedícate a otra cosa. Otro ejemplo, muy manido y rimbombante: La justicia es igual para todos. Si la justicia fuese igual para todos, la Infanta Cristina, ante lo evidente de que estaba al tanto de los desfalcos de su marido el ilustre Urdangarin (ya que me parecería insólito que le pareciese lógico que su marido comprase propiedades muy lejos de sus posibilidades económicas), habría sido investigada. Si yo poseyese el 50% de una empresa a la que se desvían fondos públicos por valor de muchos millones, estoy muy seguro de que acabaría sentado en el banquillo. Pese a lo obvio de todo esto, y de las razones por las que no se la investiga, el truco es decir que la justicia es igual para todos, aunque las pruebas apunten a lo contrario. Pero hay un caso todavía más flagrante que demuestra que esta máxima es una falacia (al margen de lo que vemos a diario), la inviolabilidad e irresponsabilidad del Rey, que no puede ser juzgado debido a su alta dignidad. Esta locura está explicada en un enlace que adjunto al final.

Luego, encontramos también eslóganes que no se corresponden en absoluto con la realidad. El que cito a continuación, poca gente lo cree ya, pero para los rezagados, y porque ha sido considerado durante mucho tiempo como veraz: el periodismo busca la verdad y es objetivo. Esto es una idealización fantástica de una profesión que generalmente se encarga de representar los intereses de sus empresas editoriales, que por supuesto tienen una gran vinculación con los partidos políticos. El periodismo al margen de la industria, al que se margina y oprime, puede aspirar a este fin, pero desde luego el periodismo tal y como se suele entender, no. Un periodista sabe perfectamente qué pasa si intenta atentar contra los intereses del jefe: el despido fulminante. Obviaré todas las incoherencias de la Iglesia actual respecto a su propio libro sagrado, ya que dan para otro post o para un libro, todo aquello de la Iglesia de los pobres, la comprensión, el respeto al prójimo, etc. Me gusta también el lema consumista que reza: cuando algo se rompe, es más barato comprar otro. ¿Cómo va a ser más barato comprar un nuevo par de calcetines, o una camiseta, que zurcirlos o arreglarla? Otra cosa es que creamos que no mola, o que no sepamos hacerlo, pero más barato no es. Hay un documental estupendo que también adjunto al final sobre la obsolescencia programada, cómo una impresora deja de funcionar por arte de magia, o un ordenador fallece de la noche a la mañana. Investigando por la Red, hay soluciones más baratas que comprar uno nuevo. En cualquier caso, es cierto que en ocasiones es más caro en la práctica reparar que comprar, pero porque esas son las reglas que ha planteado la sociedad de consumo, no porque sea una proeza hacerlo. En esto influye también lo deficiente en la calidad de muchos productos, perecederos por definición en muy poco tiempo. Recuerdo un reproductor de DVD que compré, que se estropeó la misma semana que el mismo aparato comprado por otra persona. Me quejé en la tienda, a lo que me respondieron el ya clásico: por ese precio, qué quieres. Por ese precio quiero que se me avise de que va a morir en un tiempo determinado, por lo menos. Recemos porque no apliquen esta filosofía los bares, y nos intoxiquen con un café, ya que por ese precio, qué quieres.

Para terminar, las mentiras más perversas de todas, las que más daño nos hacen y las que simboliza el yugo de sociedades enteras: el ser humano es así, el ser humano es violento por naturaleza, las guerras son inherentes al ser humano, o no se puede cambiar nada. ¿Ya se ha terminado de escribir nuestra historia como especie? ¿Estamos condenados genéticamente a seguir cagándola sin más para siempre? Confío en que no, es difícil, pero no imposible cambiar las cosas, y desde luego, no creo que tengamos un gen de la guerra o de la violencia en nuestro ADN. Por eso, hay que desaprender, como dice ese malicioso anuncio, todas estas mentiras, para reivindicarnos como seres pensantes y acabar con la tiranía de la falacia convertida en verdad.

> Como me he dejado muchas mentiras-verdades por el camino, comenta y dime las que se te ocurren, o publícalas en Twitter bajo el hashtag #mentiramilvecesrepetida.

Enlaces:

-Inviolabilidad e irresponsabilidad del Rey.

Documental: Comprar, tirar, comprar.

Virtudes del Plan Bolonia.


Comentarios

2 respuestas a «La Coca Cola Zero no sabe igual que la Coca Cola normal»

  1. Es verdad, no sabe igual, pero definitivamente, he probado tanto la Zero (ya es la que se compra asiduamente en casa) que me gusta más.Pero no sabe igual. Quizá, en mi caso, como en el de muchos otros, todo esto empezó pensando que sería un acicate para perder peso… #mentiramilvecesrepetida.

  2. excellent helpful hints

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