Emil, no sé cómo escribir una novela. Cuando tengo una idea que considero buena, al día siguiente ya no me lo parece tanto y la abandono.
Sólo las obras inacabadas, por imposibles de acabar, nos incitan a divagar sobre la esencia del arte.
Magnífico, pero las mías quedan inacabadas en un estadio muy prematuro, en la génesis misma.
Tal vez sólo habría que publicar lo que brota en un primer momento, antes de saber nosotros mismos adónde queremos llegar.
Tal vez, o a lo mejor estoy destinado a escribir la obra más corta del mundo, como estas líneas, de S.T. Coleridge: “Si al despertar tengo en la mano la rosa con la cual soñé, entonces, ¿qué?”, considerado el cuento más corto en lengua inglesa. Tengo uno, creación propia, aunque no creo que pueda considerarse un libro: “En mi futuro, tú ya has sido”.
Un libro tiene que hurgar en las heridas, incluso provocarlas. Un libro ha de ser un peligro.
No creo que mi propuesta pueda resultar peligrosa. No sé ni siquiera qué significa.
No escribimos porque tengamos algo que decir, sino porque tenemos ganas de decir algo.
Eso me consuela. Entonces, ¿puede existir la figura del escritor honesto?
Existir es un fenómeno colosal… que no tiene ningún sentido. Así definiría yo la estupefacción en la que vivo día tras día.
Bueno, pero tú ya estás muerto, Cioran.
Entre una bofetada y una falta de delicadeza, siempre es más soportable la bofetada.
Disculpa, volvamos a mi futura novela, ¿debo pensar en el lector?
Quien pretende escribir para la posteridad, es, sin duda, un mal autor. No hay que saber para quién se escribe.
Tomo nota. ¿Cuál sería para ti el libro perfecto?
Un libro ligero e irrespirable, que estuviese en el límite de todo y no se dirigiese a nadie.
Retomemos la cuestión original. Cuando tengo una idea para una novela, me parece insuficiente al día siguiente y queda simplemente convertida en un fragmento de algo que todavía no sé qué forma tiene.
¿Cómo volver por la mañana sobre una idea de la que nos hemos ocupado la víspera? Después de una noche -cualquier noche- ya no somos los mismos, e interpretar la farsa de la continuidad es hacer trampa. El fragmento, un género sin duda decepcionante, aunque el único honesto.
Gracias Emil, ahora me siento menos frustrado. Vuelve al lugar del que hayas venido.
Prácticamente sólo la percepción del vacío permite triunfar sobre la muerte. Pues si todo carece de realidad, ¿por qué tendría ella que tenerla?
>Lecciones para futuros escritores cortesía de E.M. Cioran. Citas extraídas de su obra Desgarradura.
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