Escribo estas líneas con el convencimiento de que pueden ser parte de mi último post desde el mundo de los vivos (ya que seguiré escribiendo desde el Valhalla, a donde seguro iré). Para los que no lo hayan leído, adjunto la noticia aparecida en Público, pero lo resumo. El Tío Sam ha perdido el control sobre un satélite, que está cayendo en barrena directo hacia nosotros, con destino desconocido. Tras frenar en su fricción con la atmósfera, donde reducirá la velocidad hasta los 200 km/h, se partirá en pedazos que caerán como metralla cósmica.
Dicen que las posibilidades de ser víctima de estos alocados 26 proyectiles es de una entre 3200. Sí, vale, es poco. Pero existe la posibilidad de que esta tarde-noche (o mañana por la tarde-noche, para los que consideran que hasta que no duermen y se levantan no han cambiado de día), mientras vaya caminando por la calle, esté trabajando en la oficina, o cenando en su casa viendo Acorralados, una pieza metálica incandescente a la velocidad de un bólido acabe de un plumazo con su vida. Así que ahora mismo, se encuentra participando en una gigantesca ruleta rusa cuyo resultado sabremos mañana por la noche. En algún momento, alguien verá en el cielo una llamarada tremenda, y puede que sea lo último que vea. Seguro que tendremos videos de aficionados, incluso tal vez imágenes morbosas. ¿Quién será el elegido? ¿Quién abandonará este mundo de la mano de un objeto que viene desde el espacio? ¿Qué clase de paradojas pueden ocurrir con el advenimiento del ya conocido como satélite suicida? El fin del mundo se acerca. Hagan sus apuestas.
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