Esta historia que narro a continuación ocurrió anoche, a un amigo al que muchos conocéis, en la Plaza de la Virgen. Todo es verídico, demostrable, hay testigos. Pondré el nombre del chico con iniciales para salvaguardar su intimidad, aunque realmente es alguien valiente (como veréis a continuación), y no creo que le importase que pusiese su nombre real.
X.T.E. Paseaba por la Plaza de la Virgen, a medianoche. Dos grupos de jóvenes estaban sentados en dos puntos distintos, uno de ellos integrado por blancos, presumiblemente españoles o erasmus, y el otro, por gente de Mali, a los que X.T.E. conocía por haberlos visto en distintas manifestaciones pro-derechos de los inmigrantes. Un furgón de la Policía Nacional hizo acto de presencia, y tras bajarse del vehículo, se acercaron al grupo de malíes para pedirles la documentación. Cabe destacar que se encontraban sentados pacíficamente sin hacer nada que pudiese perturbar la tranquilidad del vecindario, ni nada por el estilo. En ese momento, X.T.E., se aproximó para ver qué ocurría, hasta que un agente le dijo que hiciese el favor de irse y dejarles hacer su trabajo en paz. Él simplemente quería comprobar que no se vulneraba ningún derecho de los reunidos, pero por supuesto, no se lo iban a permitir. Uno de los chicos preguntó a los agentes si les solicitaban la documentación por el hecho de ser negros, a lo que el superior de los policías allí presentes contestó:
-Te lo pido porque en cada esquina hay un senegalés vendiendo cocaína.
Ante este comentario, cargado de racismo pero sobretodo, de ignorancia, X.T.E., que se encontraba cerca, hizo una mueca de disgusto y un chasquido con la lengua. Uno de los policías se giró, y él esbozó un gesto de desaprobación, que al parecer irritó sobremanera al policía, que se le acercó y le dijo:
-¿Tú trabajas?
-Sí.
-¿Y voy yo a tocarte los huevos [sic] a tu trabajo?
Al momento era X. quien estaba rodeado de policías, que le pedían la documentación. Él les dijo que por qué, que qué pasaba, que se la daba, pero que el responsable de todos ellos le diese el número de placa, el cual no se encontraba visible. El policía le dijo que no le tenía por qué dar nada, que no se lo iba a dar, y efectivamente no se lo dio.
X. se desplaza en una silla de ruedas con un mecanismo similar al de una bicicleta en el manillar. Doy este detalle para que capten mejor lo que vendrá a continuación.
Después de estar retenido cerca de una hora, custodiado por varios agentes, ante los insistentes gritos del superior, el más mayor en edad de todos los allí presentes, X. se calló. El policía le dijo que hablase, a lo que él contestó que él no iba a tratar de razonar con alguien que no deja de gritar, porque con eso demuestra que no quiere entender nada. El policía le dijo que no gritaba, que “hablaba fuerte”.
Esto ya encolerizó totalmente al agente, que le dijo nada más y nada menos que esto:
-Ojalá no te caigas nunca de la silla.
X., perplejo, le dijo que qué quería decir con eso, a lo que el hombre contestó que lo decía porque si se caía, y era un policía el que le tenía que ayudar, que ya veríamos qué pasaba, que por lo que al se refería, no pensaba hacerlo. Unas cuantas amenazas después, y con una presunta multa de 1.600 euros por DESACATO A LA AUTORIDAD, fue dejado en libertad para que se volviese, completamente consternado, a casa.
Este relato, como decía, es totalmente verídico. Para todos aquellos que siguen permitiendo los desacatos de la Policía, sin exigirles responsabilidades, para los policías que consideran que son más que quienes pagan su sueldo con sus impuestos. Para todos los que quieren vivir en una burbuja en la que estas cosas nunca ocurren, o que son hechos aislados. No lo son, pasan a menudo, no tienes más que tratar de defender tus derechos o los de los demás, esos derechos que aparecen en la Constitución y en las leyes que los cuerpos de seguridad han jurado proteger, para que te conviertas en la víctima de su ira y violencia. Cobardes.
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