Fanáticos

Siempre han existido. Gente partidista, que ve la vida en blanco y negro, que no es capaz de criticar, de tener criterio, que simplemente se posiciona en un bando y cierra ojos y oídos. Esta tarde, hemos marchado desde Colón hasta la Plaza del Ayuntamiento muchos cientos de personas, exigiendo un cambio. El fin de un modelo criminal que despoja de todo a quienes no tienen casi nada, y se lo da a los que tienen y tendrán siempre demasiado. Aquí se pide que los políticos dejen de robar, de estafarnos, de engañarnos para llenarse los bolsillos. Se pide, o lo pedimos algunos, un cambio mayor, a gran escala, no sólo nacional. Tendemos a olvidar los supratemas, por llamarlos de alguna manera, los que están por encima de un Camps de la vida, o de un Rubalcaba del tres al cuarto. La esencia del problema, que no se encuentra aquí en exclusiva, está agazapada tras miles de situaciones cotidianas que asumimos con normalidad.

Hablar de todo lo que está aconteciendo, en términos generales, es casi imposible en un post, por ello quiero centrar mi atención en un factor de toda esta perversa ecuación: La policía.

Ellos son funcionarios, cuyos sueldos emanan de los impuestos de los ciudadanos a los que en teoría, deben proteger. Las exigencias que salen de las plazas ahora mismo, no les deben ser muy ajenas. Dudo mucho que los policías sean una casta de aristócratas lejanos a problemas como el paro o los despidos, o las pésimas condiciones laborales. Apuesto cualquier cosa a que muchos de ellos, tienen familiares o amigos que están sufriendo las consecuencias de un sistema político y económico corrupto. Todos ellos, guardias civiles, nacionales, locales… cobran sueldos que distan muchísimo de los de un político. No tienen chóferes oficiales, tienen turnos nocturnos, jubilaciones como todo hijo de vecino. Hoy se les gritaba a los antidisturbios: “Policía, únete”. Esto ha ocurrido en otros lugares, como Palma, donde han rechazado actuar por convicciones personales. Sin embargo, al parecer, en Valencia, caso que conozco de primera mano, parece que hay una brecha infranqueable entre ellos y el resto de ciudadanos. Policía o guardia civil, da lo mismo, aprueban una oposición y comienzan a despreciar a la gente que les rodea y que se preocupa por ellos. Algo ocurre, un mutismo generalizado, un corporativismo extremo que les impide ver que evidentemente, algo huele mal en las dependencias. Hay algo que les deshumaniza, que les hace odiar y alegrarse cada vez que ocurre algo como los desalojos. Y mi pregunta es, policía, guardia civil, ¿qué te alegra de los desalojos? ¿Te alegra que vayan a rebajarte la pensión? ¿O que te rebajasen el sueldo? ¿Crees que quienes se forran a destajo te consideran un socio más con el que repartir ganancias? ¿Entonces por qué te alegras?

Como decía antes en Facebook, es muy significativo ver cómo los antidisturbios se colocan de a cuatro en las puerta de Barclays, o Caja Campo. Una estampa que podría ser el resumen en un libro de texto de la sociedad en que vivimos. No hay problema en pegarle a vecinos porrazos, son “unos guarros”, “hippies”, “antisistemas”. Los mismos que en otros momentos han sido vuestros amigos, pero eso ya no lo recordáis. Tampoco recordáis cuando hacíais lo que ahora prohibís, ni que hubo un momento en que todavía no habíais aprobado esa oposición que os contagió el odio más visceral e irracional. Hoy hemos podido ver, igual que vimos en el Cabanyal, aquel jueves, una paliza indiscriminada contra personas de todas las edades y condiciones. ¿Qué es lo que os genera ese odio? Algunos incluso se considerarán católicos, algunos que se han confirmado y demás parafernalia celebrarán la violencia contra un minusválido en una silla de ruedas, como en la foto que adjunto. Y festejarán que por fin las plazas han sido desalojadas. Policía, guardia civil, recuerda lo que celebraste cuando te jodan a ti, a tu familia, amigos o conocidos, esos, esa élite económica a los que tanto defiendes. Si te callas ante una injusticia flagrante eres cómplice. Tú has jurado defender a la gente, sin embargo, haces la vista gorda mientras un hombre grita en un calabozo. Te diviertes comentando como este compañero tuyo le pegó a aquel hippie. ¿Qué os pasa? ¿Dónde queda vuestra humanidad? ¿En qué momento la perdisteis?

No me sirve aquello de los que dicen, «es que obedecen órdenes». Yo nunca estaré en esa tesitura, porque nunca querré meterme en un cuerpo en el que sé que me van a obligar a atacar a quienes quiero. Si te metes para cambiar la situación desde dentro, es otro cantar, pero sinceramente, no conozco ningún caso. Yo soy periodista, y si alguien critica a los medios, llamándoles mentirosos, solo me queda decir que desde luego que lo son. He elegido otra vía dentro de las herramientas que me ha dado mi carrera, pero si algún día, tras criticar a Rubalcaba por ejemplo, me veis defendiéndole a ultranza por trabajar en El País, tendré que asumir que me consideréis un farsante. Podré tener X motivos para hacerlo, pero tendré que asumir mi responsabilidad moral. Así que si te dan esas órdenes, plántate. Si no lo haces, apechuga con las críticas como todo el mundo. Un poco de autocrítica, y menos orgullo.


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