Manuel, estoy http://wahres-sein.de/ de la Humanidad. Quiero hacerla desaparecer en cada uno de mis relatos, cuentos, astras, o viagra coverage canada que escribo. Tengo tantos motivos para detestar a mis congéneres como para amarlos. Es cuestión de días, del pie con el que desciendo de la cama, la temperatura Fahrenheit del café, el primer silencio que llega a mi ventana que da a un cementerio donde se entierran cipreses desde las raíces. También influye si esa mañana pienso que ser escritor de escaso público es un drama o algo maravillosamente íntimo, si mantener durante años un blog tiene sentido, o si editar es un acto de espantosa ingenuidad. Por supuesto también me afectan los solsticios y equinoccios, que Kurt Cobain esté muerto, que el calefactor del baño a veces huela a quemado, el sonido futurista de los motores de los cortadores de césped que operan en mi barrio, el ratón confundido y desorientado que me crucé ayer al salir de la tertulia. Hasta las ratas de la ciudad están perdiendo el control en este paraíso que les hemos construido. Me afectan un sinfín de factores que ni recuerdo ni podría enumerar. Tal vez por todas estas variables alocadas e incontrolables no puedo evitar aniquilar al colectivo y redimir a un personaje. Creo que ese es el equilibrio.

Ayer me marché de nuestra sesión de despiece literario levitando. Qué difícil es para un juntapalabras encontrar un Jero, con la mirada penetrante de un halcón; un Carlos, futurista, cibernético y a la contra; un Ximo, primer día y sin prejuicios; una Vero, mística y sintonizada con mi radiofrecuencia; una Bárbara, con una sonrisa radiante de libro de verano; un Valentín, esquivo, concentrado y misterioso; un Jairo afable y atento; una Clara, galáctica y supernova; un Jorge, paciente y prudente; un Fede concentrado e hipervinculado; una Cristina suave y minervática; un Carlos (otro Carlos), salvaje y renacentista; un Manuel, sabio, exigente y con Praga atravesada entre los ojos. Qué difícil tener lectores calibre Magnum. No sé si los merezco, pero desde luego haré todo lo posible para que no desaparezcan. También me aferraré a los que no estuvieron ese día en concreto claro, pero que han estado, y no los olvido (tengo buena memoria): Ximo, Adrián, Nuria, Vanesa, Agus, Thundermike y los demás. Sabéis quiénes sois. Los posaderos también están en mi cabeza siempre: Arístides, Fernando, Sebas, et al.

Ad astra per aspera, llegará el día en que seamos los nombres en la portada de un Buenos Aires en papel como ese que tanto admira Manuel. Es una cuestión de ritmo. Tan solo de ritmo.

Ad astra per aspera

>Estas son las notas que tomaba mientras me criticabais. Debido a mi pulsión coleccionista ahora están guardadas a buen recaudo.

Publicado por Eduardo Almiñana

Escritor y terrícola.

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6 comentarios

  1. Jajaja. Me ha encantado eso de «paciente» y «prudente». Lo mejor es que con estos encuentros, he recuperado las ganas de escribir. Un abrazo fuerte.

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