Ayer fue un gran día. La gente salió en masa a la calle para enseñar los dientes y decir al unísono, que las porras pueden romper huesos (como los de la chica de la foto), pero nunca ideas. Llegué a las dos y media al IES Lluís Vives, que ya estaba abarrotado de gente, pese a que la hora oficial eran las tres y media. Estuvimos esperando la llegada de quienes venían desde la Facultad de Historia en Blasco Ibáñez. Nunca se me olvidará el momento en que les vimos girar desde Colón: una marea gigantesca de gente sin miedo, que se unía a todos los que ya estábamos allí. Desde allí nos desplazamos a la Plaza del Ayuntamiento, después al Parterre, y de ahí a Delegación, donde se exigió la dimisión de la Delegada de Gobierno, que para quien no lo sepa, ha asegurado que no piensa dejar el cargo. Ellos nunca dimiten. Tampoco piensa ceder el comisario Moreno Piquer, ya lamentablemente famoso por sus vejaciones a los vecinos del Cabanyal, o durante el 15M, o por sus detenciones arbitrarias y abusos a los retenidos en los CIEs. En la puerta del edificio, un cordón de antidisturbios; frente a ellos, miles de personas, esos jóvenes violentos de los que tanto hablan algunos, que paradójicamente no tocaron ni un pelo a los escasos policías que allí se encontraban. En las ventanas del edificio, funcionarios riéndose de nosotros, grabándonos y burlándose desde un quinto piso. Tras estar un buen rato allá, la gente se movió hasta Jefatura, caminando por Guillem de Castro, San Vicente y la Gran Vía, que quedaron cortadas ante la afluencia masiva de manifestantes. Ya allí se pidió la liberación de los detenidos, y la dimisión del comisario, ese mismo que ve a la población que supuestamente defiende como el enemigo. Después de esto, la masa se desplazó a la sede del PP, en la calle Quart. No cabía un alfiler. Finalmente, se volvió a Delegación, para continuar exigiendo la dimisión de Sánchez de León, y para planificar cómo seguirían las protestas. Hacia las diez, me marché de allí para volver a casa, tras ocho horas en la calle. Otros todavía se quedaron.
Hoy es el día después, momento para reflexionar sobre todo lo acontecido y para leer opiniones. Me sorprende muchísimo toda esa gente (principalmente me asombran los de mi quinta), que justifica la violencia aludiendo a que los manifestantes tampoco eran unos santos. Es evidente que los asistentes a las protestas no éramos violentos, dado que si lo hubiésemos sido, en Delegación, no habrían bastado diez antidisturbios para contener a miles de personas. Que a alguien de veintipico años le parezca indignante que se increpe a un policía, el día siguiente a que estos maltratasen a todo el mundo, me resulta incomprensible. Sin embargo, que la Policía responda a porrazos a ataques verbales, no parece tan mal, ya que han sido provocados. Un policía no puede responder a un ataque verbal como si fuese un particular andando por la calle al que le insultan y se lía a puñetazos. Es obvio. Es como si un profesor agrediese a un alumno porque este le insultase, o un médico dejase de atender a alguien porque le ha hablado mal. También me asombran todos los que creen que están al margen de estas reclamaciones; parece como si no viviesen en esta Comunidad puesta en el mapa por la corrupción, los desfalcos, la precariedad en los servicios públicos, el paro y la miseria política. Creo que es el momento de que dejemos de rasgarnos las vestiduras por hechos tan extraordinarios como un corte en el tráfico, una manifestación espontánea, o unos cuantos gritos. Mi pregunta a quienes creen que esto no debe hacerse es: ¿Cómo si no? Se nos exige que nos manifestemos como ellos quieren, a la hora estipulada, en el sitio indicado, bien relajados, sin responder a las agresiones, y sin exigir determinadas cosas por ser muy radicales. ¿De verdad alguien cree que eso sirve para algo? En cualquier caso, desde el sofá es muy sencillo criticar lo que no se ha visto; seguramente, si a quien menosprecia todo este movimiento le hubiesen dado un par de porrazos en la cabeza por reclamar justicia, o le hubiesen disparado pelotas de goma, ya no pensaría lo mismo. Si en algún momento se consiguiese revocar la reforma laboral, o se lograse alguna meta de las perseguidas, ya no parecería tan radical todo el asunto. Al final, los críticos se beneficiarían también y santas pascuas. Esto no es un ataque a quien no participe, entiendo que cada uno tiene sus obligaciones y demás, pero qué menos que un poco de respeto, o al menos precaución a la hora de hablar de lo que no se sabe.
La inmensa mayoría de la gente que conozco se está viendo seriamente afectada por todo lo que ocurre, conozco a otros muchos que llevan jodidos prácticamente desde que nacieron, y otros que pronto lo estarán. El único camino para que se nos devuelva lo que nos corresponde pasa por comprender que pedir es aceptar que tenemos menos derechos, y que necesitamos que alguien nos conceda lo que es legítimamente nuestro.
Bonus:
-Joven violento golpeando con sus gafas la mano de un antidisturbios:
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