De cosmovisiones y oficios – Entrevista a Alejandro Marco

Alejandro Marco Pintor
A la derecha, Alejandro Marco / Foto de Javier Marina

Lo primero que conozco de Alejandro Marco es una voz tras una persiana metálica; cuando se eleva -la persiana-, aparece un hombre joven de aspecto rudo pero afable, manchado de pintura, con barba poblada y pelo corto; aparentemente alguien que está trabajando con oficio. No tiene aspecto de ser carne de happenings o un habitual de copa de vino y conversación superficial y condescendiente, todavía no sé demasiado de él pero emana honestidad. Nos estrechamos las manos y me muestra el taller, en el que también se encuentra Victoria Iranzo. El espacio, ubicado en el barrio de Ruzafa, es acorde al modo de trabajo que le presupongo, en este lugar se deben estar invirtiendo horas, esfuerzo y dedicación. No me extenderé más en este punto porque afortunadamente, el taller podrá ser visitado en la próxima edición de Russafart.

Nos desplazamos al bar de la esquina, él pide un tercio, y yo un carajillo, pero no hay alcohol más allá de la cerveza. Un cortado puede funcionar. La tarde es agradable y soleada, la terraza parece un buen lugar para hablar delMaridaje Gastropictórico, evento en el que participará este año, en la edición de octubre. Me cuenta que aceptó la propuesta porque siente una gran curiosidad por saber qué podrá generar el chef a partir de su obra, y también porque cree que podrán aprender el uno del otro, que piensa que el sushi -no es nuestra intención predisponer al cocinero- podría ser una elección lógica ante la aparente -que no real- monocromía de sus últimos trabajos. Viene a mi cabeza entonces el paisaje lunar por el que obtuvo una medalla en la vigesimoséptima edición del concurso BMW, ese a raíz del cual mantuvo una interesante conversación con la reina Sofía, que me cuenta a modo de anécdota, sin ningún deje de vanidad en su historia. Al parecer, ella le dijo que esta obra le remitía a ciertas cuestiones, a lo que él respondió que bien, que cuáles eran estas evocaciones. Mencionó que el cuadro le ofrecía la posibilidad de pensar que realmente estaba viendo la Luna tal y como debía ser a nivel del suelo. Le permitía sentirse allí.

Esto nos lleva a hablar del papel del artista como intermediario y traductor entre un referente y una obra, ya sea pintura, o escultura, por ejemplo. El lenguaje al que traduce Marco debe ser entonces un idioma a aprender, porque pese a no haber cumplido todavía los veintisiete años, ya vive de la pintura, trabajando con dos galerías, una en Madrid y otra en Barcelona, y con proyectos próximos como una exposición individual en París. Le pregunto a qué se debe esta circunstancia, qué pasos siguió hasta alcanzar esta posición. La clave es que te encuentre la persona indicada, me dice. Mover tu obra a partir de los canales que conocemos, como Internet, presentarte a concursos. Precisamente fue a partir de su participación de un concurso -para el que ni siquiera fue seleccionado- como comenzó a trabajar con su galería en Madrid. Alguien del jurado, un galerista, contactó con él y le dijo que le interesaba su obra. Estaba en tercero de carrera. Otra de las claves de su situación actual, o al menos, una sin la cual seguro no estaría donde está, son las horas que invierte en su taller. De lunes a viernes de ocho a seis. Sábados por la mañana también. En casa seguro que no va a ocurrir nada.Toda la razón. Me comenta que para él, sin caer en los tópicos, pintar es una necesidad vital, que disfruta el proceso y el resultado, y que su modus operandi le lleva a trabajar en varias obras a la vez, manchando una cuando de pronto tiene una idea, volviendo a la anterior, concentrándose momentáneamente en otra. Yo lo imagino como los ajedrecistas capaces de llevar varias partidas simultáneamente. Este es el oficio al que nos referíamos al principio. Alejandro trabaja para vivir, pintar es su profesión, está convencido de ello. Todavía tiene una espina clavada, y es que pese a ser valenciano y producir en Valencia, no es profeta en su tierra, como suele ocurrir. Tiene la mirada puesta en un horizonte y ese horizonte se llama Nueva York. Menciona que en algún momento de su vida le gustaría estudiar cine, y comprendo entonces la relación que existe entre este interés y el que siente por los detalles, por la fotografía macro, por ser capaz de mostrar el tacto y el olor de la mano de alguien a través de un cuadro.

Su obra, al menos los últimos trabajos, sobre los que hemos hablado, ponen la atención en sucesos e imágenes cotidianas que posteriormente reconvierte desde su cosmovisión. Una en la que la Luna es un paisaje factible o un punto en mitad de la negrura, en la que una nube o una mano dejan de ser elementos habituales para transformarse en un acontecimiento extraordinario atrapado en un lienzo.

Si quieres, puedes comprobarlo tú mismo en http://alejandromarco.tumblr.com/

>Entrevista publicada originalmente en la página del Maridaje Gastropictórico.


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