“La productividad es un tema más alemán que español”, lo que oyes. Estas declaraciones corresponden a Arturo Fernández. Pero no al gentleman patrio, sino al vicepresidente de la CEOE. Pues claro que sí, con un par, ya era hora de que alguien lo dijese. Este elaborado argumento viene a colación de la propuesta de Merkel de ligar los salarios a la productividad, y no al IPC, como se viene haciendo hasta ahora. La razón que aportan los entendidos es que si los sueldos crecen de forma independiente a las circunstancias que atraviesa la empresa, pongamos por caso, un momento de baja actividad, la empresa se puede ir a pique. Sin embargo, con salarios ligados a la productividad, los trabajadores tienen, digamos, un estímulo para trabajar más y mejor. De esta forma además, se permite a las empresas la apetitosa posibilidad de controlar la masa salarial cuando las cosas no van bien, en lugar de tener que despedir masivamente. Todo esto, que parece tan bonito, así a priori, plantea una serie de cuestiones bastante interesantes.
En un futuro distópico en el que hacemos nuestro este modelo tan alemán, ¿qué hacemos con los políticos? Desde luego, si aplicamos la definición de productividad (P=Producción/Recursos, donde P es productividad), y entendemos que ésta se define como la relación entre lo que se produce y los recursos empleados para ello (es decir, producir diez coches con unos recursos determinados, indica una menor productividad que producir quince con los mismos recursos), nuestros gobernantes no saldrán muy bien parados. Sobra decir que los políticos no son en absoluto expertos en la optimización de recursos, viendo los desmanes relacionados con la corrupción y la malversación de fondos que presenciamos día a día, o los fastuosos e innecesarios eventos que se organizan en mi ciudad (Valencia), y que suponen un dispendio gigantesco que enflaquecen las arcas públicas para beneficio de unos pocos a los que se les conceden contratos con la administración. Si este sistema se implantase, deberían cobrar menos que un becario. De hecho, el becario, debería cobrar como un ministro (de los de ahora), porque no veas como producen sin apenas recursos. Una ministra como Sinde, sin embargo, que en lugar de producir, desproduce cultura, que cada vez que habla sube el pan, pasaría a percibir el sueldo de un obrero de la construcción. Pero, una vez más, siguiendo esta lógica, éste, sin contrato en muchas ocasiones, sin formación en otras, sin incentivos de ningún tipo, ni expectativas de mejorar su condición laboral, tendría que ganar lo que Teddy Bautista o Ramoncín. Y de ellos, mejor ni hablamos.
Me doy cuenta mientras escribo esto, de que querría que llegase este idílico mundo al revés. De hecho, si se propone, lo secundaré. Para demostrarle a Arturo Fernández (repito, no al caballero de traje y corbata, sino al de las declaraciones), que la productividad también es cosa de españoles.
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