Sin duda, una de las mejores presentaciones que ha realizado Editorial Cocó, fue en este local tan carismático emplazado en c/Historiador Diago, 20, junto al Mercado de Abastos. Aquella fue a propósito de Gas ciudad, de Abelardo Muñoz; esta vez repetimos autor y espacio, pero con distinto título: Macabro.
La cita es a las 20h el jueves 9 de de junio, y en el acto participarán Jorge Juan (guionista y prologuista del libro), Eva Peydró (Cartelera Turia), el autor, y yo, Eduardo Almiñana, en calidad de editor. Os recomendamos a todos asisitir porque creemos que merece la pena escuchar a Abelardo, un icono del periodismo alternativo de la ciudad de Valencia; y para quienes no conozcan el local, es un buen momento para hacerlo.
SINOPSIS
Extracto del prólogo de Jorge Juan Martínez:
Entre la sordidez ambiental y el feísmo, entre la brutalidad explícita y la anatomía de la morbilidad se desarrolla el mundo que Abelardo Muñoz ha construido para sus lectores en Macabro. En síntesis, la historia de un asesino en serie de ancianas atrapado en su desesperación de pobre diablo solitario, reprimido y marcado a fuego por una infancia cruel, cuya pulsión enfermiza le conduce una y otra vez hasta el crimen en una espiral demente y vertiginosa.
Con estos presupuestos argumentales, Abelardo Muñoz asume con Macabro un reto de envergadura a la hora de su planteamiento y desarrollo literario. Ponerse en la piel de un perturbado dañino y predador, y hacerlo creíble y temible y, en ocasiones, hasta digno de una matizada piedad. No encontraremos pues, en este relato, una taxonomía moral dominante ni el determinismo exhaustivo que permean otras novelas de similar temática. En Macabro se impone la narración pura y dura de los hechos en la mejor tradición del reportaje periodístico creativo, del que Abelardo Muñoz ha sido y continúa siendo un referente imprescindible. Lo cual no excluye del texto un análisis tangencial que apunta a una probable explicación para la conducta del asesino; pero, eso sí, sin darla por única ni canónica, sino más bien imbricándola como un elemento más dentro del puzzle alucinado que compone la narración.
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