Morir joven es un tópico demasiado seductor. Morir joven o vivir para siempre, de eso se trata. Midnight City suena en alguna parte. Morir no es siempre algo terrible. La petite mort o el estado de trascendencia absoluta tras un orgasmo. También me acuerdo de Babyshambles y su delivery. Desde hace unas semanas no me saco de la cabeza eso de let’s grow old together and die at the same time, de White Lies. Me hace entrar en éxtasis. Es todo tan intenso. Ahora tengo un diamante en el dorso de la mano que quema y sana a la vez. Pain is holy, dice una canción. He esperado para escribir esta crónica porque tengo algo que decir: que nadie nos quite lo que es nuestro, somos una llamarada, un fuego devastador. Somos animales.
DMD está en mi casa preparando todo lo que necesita para dejar un testimonio imperecedero. Chema, sin el cual nada de esto tendría lugar, espera en la Gran Vía. Luis se ha apuntado y se acerca al portal. Vamos a por un taxi que nos dejará en la calle en que todo ocurrió. Divisamos al final el cartel del No hay nada mejor que 27 amigos, y un punto de fuga que se pierde en la oscuridad de la ciudad. Hoy vengo dispuesto a hacer gala de los genes escoceses que dejó en mi familia un marinero amando a una prostituta. True story. En la puerta nos encontramos con SL Ruiz que viene cargando algo muy grande. De momento no hay mucha gente, pero Flo me señala que tiene cierto temor -después comprobaremos que fundado- respecto a la fiesta de esta noche. Pido un whisky y observo cómo se desarrollan los hechos. Está también aquí Andrés, de Praxiz, que es un tipo muy encantador. A las nueve cenamos, como en casa, y cenamos unas delicias que son ya un fetiche del local. Bebemos unas cervezas y empiezan a caer público y participantes. Salimos fuera. Va tomando forma el evento. Se intuye que esta va a ser la Gran Jam. Hay mucha felicidad y expectación en el ambiente, hay un latir tras las sonrisas de los asistentes que comunica tanto como un huracán de feromonas. Si viniste sabes de lo que hablo.
Oigo el beatbox de Klaus desde el exterior. Cuando intento entrar me topo con un muro de carne, el bar está colapsado. Me resigno momentáneamente y veo el show desde la barrera, pero cuando está por comenzar Eardrum, pierdo la paciencia. Pido más bebida y me abro camino tras la espalda titánica de Mati, que hace uso de su poderío de jugador de rugby para llevarme hasta un espacio en el que estamos relativamente cómodos. Diviso a Dani Domínguez en la batería. Tan alegre y carismático como siempre. A Sammy, nuestro Stevie Wonder particular, Superman sobre un teclado. Matt se funde con el bajo preparado para la acción. Y veo también a Kenny Ken, el León Haitiano, que se prepara y parece decir, César, los que van a morir te saludan. La misma dignidad y potencia que un gladiador. Se sucede la música, tiene lugar el espectáculo. Perdonad si a continuación no recuerdo el devenir exacto de los acontecimientos, en mi memoria hay instantes y secuencias, pero no necesariamente siguiendo un orden cronológico. Recuerdo a SL Ruiz agitando a la multitud como sólo él sabe hacer, y siento insistir siempre en este punto, pero es que tiene un talento especial para provocar la liberación de adrenalina entre la gente. Recuerdo a María del Plata generando una ondulación en el ambiente al empezar a cantar: primero un breve aliento de aire contenido, después júbilo y bailes y brazos en el aire. He visto este fenómeno atmosférico en muchas ocasiones. Los recuerdo a ambos en el escenario y a más gente, y recuerdo también los primeros segundos de Fuck Policía y el clamor generalizado. Tengo la imagen de DMD con el micro dándolo todo y la de una gran cantidad de rostros que ya siento de mi familia, en este caso, festivo-musical. En algún punto del concierto me desplazo cerca del epicentro; Kenny está quemándolo todo con una pasión sin límites, tiene el ceño fruncido y ha sintetizado el micro que es ahora parte de su organismo, como Tetsuo: The iron man. Su energía es contagiosa, se forma un corro frenético y en mitad de todas las cabezas veo a Ales Cesarini, que es una fuerza de la naturaleza, el León de Judá. Lo conocí hace no mucho y celebro haberlo hecho. Mención especial también para las buenas vibraciones que desprende Ismael Kassem, una de esas personas con las que siempre es fantástico cruzarte. The beating of a million drums, eso retumba en mi pecho. Todo destila emoción, pura vida. Vamos a arder, nunca a desvanecernos.
En la calle se está bien, somos muchos fuera, tal vez demasiados. Pero aguantar dentro de principio a fin es una tarea imposible, el local es un horno de cremación maravilloso, aún así, de vez en cuando se necesita tomar una bocanada de aire de mar. Un coche patrulla hace acto de presencia. No podía ser de otra manera. Hay algún encontronazo con alguien que lleva una botella en la mano, nada grave. Si piensan que van a conseguir apagar este incendio, pues bueno, tengo el título de una canción que ya he mencionado que puede servir como respuesta. Evidentemente no es una situación agradable para los propietarios, pero la fiesta está en marcha. Creo recordar que se fueron y volvieron más tarde, ya hacia el final, aunque no hay consenso respecto a estos hechos.
Tras un fundido a negro estoy de nuevo en el interior, la jam propiamente dicha ha empezado y van pasando los artistas. En un segundo plano charlo con el hombre tras la cámara que responde al nombre de Perchas de sombrero, que junto a Marc Soler Canals, se encargó de congelar la realidad para que la pudiésemos disfrutar con posterioridad. Gracias a ambos por permitirme utilizar vuestro trabajo. Me acerco a Flan & Julia y veo sus caras en primer plano y en segundo la imagen desenfocada de unos músicos incansables que se están ganando dormir con la conciencia tranquila, aunque eso todavía se demorará unas cuantas horas. Me siento eufórico e incandescente, creo que no somos suficientemente conscientes del valor de estas experiencias que estamos viviendo. Estoy realizando la feelingsíntesis, concepto que tomo prestado de Beatriu Flor D’estiu, a la que se echó de menos por estar en tierras germanas. A propósito de estas fiestas, y de los vínculos que se establecen, ya me ha sucedido en varias ocasiones ser saludado por personas a las que no recuerdo conocer, para luego caer en la cuenta de que coincidimos en el marco astral de Casiopea. Gracias Chema por propiciar todo esto. Out of the club me apoyo en la pared sintiendo los efectos del transcurrir de la noche. Si no me equivoco -tal vez no se fuesen nunca- vuelven a aparecer los agentes encargados de velar por el bienestar de los contribuyentes. Ahora ya no hay espacio para bromas, tenemos que marcharnos. Oleadas de participantes van saliendo; en ese momento soy atacado por segunda vez por un yorkshire microscópico con un gran afán suicida que rondaba entre nuestros pies. Me muerde el zapato con toda la rabia que puede desarrollar un perro de esas características. No me preocupa en exceso. Sí lo hace qué vamos a hacer a continuación. Por supuesto, la noche no acabó ahí; el final tuvo más que ver -en mi caso y en el de unos cuantos más- con la casa sexual de SL Ruiz y unas eurolatas y bueno, bastantes risas e incluso algún desperfecto.
Abandonando NHNMQ27A, pienso. De la forma más nítida que puedo. Desde la última vez que escribí en este blog he navegado un océano de sensaciones. Me miro las manos y el diamante en mi mano palpita, la tinta se fuga y la cicatriz se cierra. Es la vida. Qué bueno es esto. Por encima de todo, aquí estamos, reviviendo una y otra vez el misticismo de esta unión que se inició en el chalet de Kenny. Quién me diría entonces, entre toda aquella gente que no conocía pero cuyas caras recuerdo perfectamente, algunos de los cuales son ahora buenos amigos, que estaría meses después -muchos ciclos lunares adelante en el tiempo-, experimentando tanto bajo el cielo del Cabanyal con ellos. Con vosotros. Gracias a todos. Con los de entonces y con los que vinieron. Morir joven o sobrevivir. No me importa. No soy un cobarde. Sólo una condición; que no se escape esta magia que tenemos y que nos arroja hacia el futuro, sea este el que sea. Una última pregunta -y juro que ya me acuesto-, en este caso para DMD. ¿Qué fue de la chica de Kentucky de gran corazón?
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