Existe una perversa analogía entre la trayectoria de las sociedades que han hecho suyo aquello del todo vale posmoderno, y la modalidad de combate de origen brasileño homónima, el vale tudo: ambas son muy peligrosas.
Hacer una crítica al todo vale se confunde en ocasiones con atacar la libertad de expresión, o la libertad creativa. Pero la libertad de expresión no es la libertad de insulto, ni la libertad de agresión. Este post viene a colación de una conversación con un muy buen amigo, con el que no conseguí ponerme de acuerdo al respecto de este asunto.
Todo vino a propósito de un videojuego, en el que una de las misiones tenía como objetivo asesinar a Fidel Castro. Este juego se basa en las black ops, operaciones llevadas a cabo por los ejércitos, o servicios secretos, que se encuentran al margen de la legalidad, e incluyen asesinatos, secuestros, torturas, con objetivos que no pueden hacerse públicos, como derrocar gobiernos, sabotear programas de otros países o implantar dictaduras. EEUU e Israel son expertos en este tipo de acciones, como todos sabemos. La discusión surge cuando planteamos si este juego es inofensivo. Mi postura es que decididamente no lo es, pero no en el sentido habitual que utilizan los medios de comunicación amarillistas (es decir, prácticamente todos los más potentes a nivel nacional y local); yo no creo que un adolescente que juegue a esto vaya a levantarse posteriormente del sofá convertido en un zombie, con el único propósito de matar a Castro. No van por ahí los tiros, nunca mejor dicho. Lo peligroso de todo esto, es que se produce un proceso de normalización de sucesos que no deberían serlo. Activision, la compañía encargada de desarrollar Black Ops, tiene una responsabilidad con la sociedad, a mi parecer. Convertir en una diversión los negocios más turbios de un país, que se dedica a masacrar gente en diversos puntos del globo, en pos del poder y el dinero, no es sano. Lo siento pero no. Sobretodo porque nadie puede defenderse de sus ataques, tanto físicos como propagandísticos y comunicativos. Ellos son una maquinaria gigantesca de difusión del American Way of Life, y su industria debe toda su potencia en gran medida al saqueo y expolio a los que ha sometido a otros países. ¿Es algo esto que traten de esconder? Que la compañía desarrolladora anteriormente mencionada no tenga ningún interés en humillar a Castro y a Cuba es discutible, pero desde luego lo que es evidente es que tienen un interés primordial, ganar dinero. A mucha gente le parecerá consecuente entonces lo que han hecho, si jugar a ser el ejecutor mayor del reino nos hace ganar dinero, pues oye, la pela es la pela. Pero repito, no puede ser. Castro está vivo, no es lo mismo que hacer un juego sobre la Segunda Guerra Mundial, lo cual podría también ser discutible, pero es un hecho pasado. Sin embargo, qué casualidad, los malos siempre son rusos, cubanos, etc. La Guerra Fría pasó, me podrán decir. ¿Y qué? Ahora EEUU está en otras, y sus enemigos históricos tampoco es que sean ahora compañeros de farra.
Si el dinero justifica todo, y ratifica el todo vale, entonces quien lo defienda tendrá que defender que si en algún momento lo que vende es un juego sobre vejaciones a menores, las desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez, o una guerra en activo, como la de Irak, pues oye, avanti (hablo de juegos en los que el protagonista sea quien cometa estas acciones, no una historia en la que aparezcan, evidentemente). Porque siempre tenemos el escudo de la ficción. En este caso, Black Ops además no es una ficción por completo. Está basado en hechos reales. La ficción es la propia de la mecánica y esencia de los videojuegos, el adoptar un rol. Los videojuegos (a los que juego yo también) tienen una diferencia sustancial respecto a la novela por ejemplo, el grado de identificación con el personaje es casi siempre mayor, ya que es controlado por nosotros. ¿Esto hace que creamos a rajatabla todo lo que ese protagonista hace? Desde luego que no, pero es innegable que tienen el poder de hacer habituales y cotidianas cosas que no deberían serlo. Estamos muy acostumbrados ya a la muerte indiscriminada. Podemos ver múltiples asesinatos en Telecinco a la hora de comer, o en TVE, mientras saboreamos una buena fabada sin que vomitemos a continuación. En nuestras sociedades adormecidas, los muertos no son personas, son cifras. Al final, quien tiene el poder de la difusión, algo contrarrestada por Internet, pero no del todo ni mucho menos, son los de siempre, lo que hace que el discurso sea prácticamente unidireccional.
Reitero que no quiero que esto se confunda con un ataque al mundo de los videojuegos. Tengo la Xbox 360, y conservo en un bonito armario de los recuerdos la N64, la Play Station, Dream Cast…etc. El tema gira entorno a si deben existir fronteras o barreras éticas en la diversión, en el ocio, así como en la ficción. Creo que desde luego deben existir. Para mí, todo no vale.
Vivo en una ciudad donde se celebró el primer campeonato legal de vale tudo (ahora MMA, Mixed Martial Arts) en el país, causando un gran revuelo; y en la que además, vale tudo a nivel de corrupción política, desastres urbanísticos, permisividad con el ladrón de traje y corbata, eventos ruinosos y carencias sociales, expolios masivos, o engaños lingüísticos y culturales. Veo el resultado que tiene esto en el día a día, y me parece algo realmente nocivo. Las consecuencias suelen ser el desengaño, la decepción y la resignación.
En otro post hablaré acerca de si (en mi humilde opinión) todo vale en el arte, a nivel artístico, valga la redundancia, y a nivel moral. ¿Atar a un perro a una pared hasta que muera de hambre puede ser arte? En próximos episodios.
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