Der Klang der Familie, biblia del techno berlinés

Der Klang der Familie

Alpha Decay tiene un gusto espectacular para configurar su catálogo. Haber publicado Der Klang der Familie, es un ejemplo de ello. Casi un libro de historia enfocado en las venturas y desventuras del techno tras su llegada a un Berlín con un muro que empezaba a resquebrajarse, esta obra es una buena oportunidad para entender de dónde venimos a nivel electrónico-musical y también, hacia dónde vamos. A continuación, un fragmento del artículo que he escrito para Cultur Plaza a propósito de esta edición y que puedes leer aquí.

«Breakdancers de Alexanderplatz, hooligans, gays de Schöneberg, punks del Este, soldados británicos de permiso, expatriados estadounidenses, okupas de Kreuzberg, estudiantes, artistas. A la familia que se reunió tras abrirse las fronteras no le unían lazos sanguíneos, sino sentimentales. Musicales. El techno había cruzado el océano emigrando desde Detroit -ciudad que lo vio nacer pero que lo dio en adopción mostrando poco interés respecto a su futuro- y casi sin querer aterrizó en una ciudad no demasiado alejada estéticamente de la deprimida capital del motor. Berlín era gris en apariencia, pero tenía el afán de sacudirse de encima el polvo de la historia reciente. Aquella música futurista hecha en la mayoría de ocasiones con pocos medios encajaba perfectamente con lo que la juventud pedía a gritos desde hacía décadas: libertad.

De pronto, todo el mundo podía componer. El techno era una especie de punk sacado de una máquina: ruidoso, exaltado, explosivo. La autoridad del productor o del DJ no tenía sentido, la estrella era la fiesta. La esencia era la comunión. Alcanzar el éxtasis, la única meta posible. Con la apertura, la parte oriental de la ciudad había quedado despoblada, lo que ofrecía todavía más alicientes para la escena electrónica; uno podía simplemente llegar a un edificio, pegar una patada a la puerta y descubrir ante sí un inmenso espacio en el que instalarse o en el que celebrar una fiesta clandestina. Era un momento en el que los límites los ponía realmente la imaginación de cada uno. Búnkeres, fábricas, almacenes. Todo estaba ahí, solo había que cogerlo. Y lo cogieron».


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