Tengo el placer de presentarles una revista que es más que una revista. Les presento una nación imaginada en papel. Editada por Teatre del Sense Trellat y Editorial Cocó, y diseñada y maquetada por un servidor, Ukränia se define desde sus primeras páginas. A continuación el editorial, y al final, para abrir boca, las portadas:
Azules y gualdas ondean las banderas de territorios fronterizos entre lo real y lo imaginario, surrealistas banderas que se pliegan y despliegan sin necesidad del viento que sopla por Poniente o Tramontana. Wagneriano inicio para llegar a preguntarnos ¿Por qué colgar trapos en mástiles y prometerles atroz adoración? Porque ni los espacios imaginados pueden, a veces, sobrepasar realidades impuestas por un pasado omnipresente que se aferra al corazón de los habitantes de los países que se encuentran limítrofes a la razón.
El territorio que poblamos, y en el que invitamos al lector a domiciliarse, es la frontera de la frontera, valga la redundancia. Es un terruño pintado por múltiples colores o en blanco y negro según el daltonismo de aquellos que se atrevan a observar las playas descuidadas de una costa que hace frontera con un mar que representa el vacío; el vacío insondable de la existencia humana. ¿Bañarse? A nadie le gusta mojar su piel con agua demasiado salada y menos si el líquido elemento puede devorar tú única y verdadera posesión, con la que naces y, con la que a duras penas, mueres: tu yo interior, tu alma, tu… llámenlo como quieran, obvien, por una vez, el significante que supone una palabra y déjense arrastrar por el significado eterno del mismo.
Nuestro país es un enorme laboratorio cargado de un utillaje quirúrgico a disposición de todos sus ciudadanos. Los teatros abren las veinticuatro horas y se han convertido en los templos de una religión que, aunque nunca fue oficial, manifestó su voluntad absoluta, como toda religión que se precie, de mantener un plurilingüismo voraz. Voraz, como el vacío que baña las playas del interior, de nuestro interior, de su interior.
Nuestros gobernantes no reclaman el control efectivo de territorio alguno, al menos de territorio físico, a pesar de ello, para mostrarse solidarios con el resto del mundo, han decidido adoptar el nombre de un país, o al menos su cáscara, para no resultar grotescos a los ojos de los demás, pero no por ello, existe reivindicación física de acres de tierra, eso sí, la voluntad imperialista es clara, nuestros gobernantes aspiran a dominar el espacio mental que se establece entre toda comunidad imaginada que se piensa igual en el fondo de su ser, nosotros, los mortales, tendemos a establecer lazos invisibles entre nuestros allegados. Esos lazos, esas conexiones, ese acceso a un yo que no todo el mundo es capaz de ver, acariciar, paladear e insultar es el espacio de expansión de nuestro Estado, es nuestra colonia natural y no se piensa renunciar a ella.
Nuestro amigo lector se preguntará, ¿por qué un país eslavo? Tal vez por cómo derivó el gentilicio en el sustantivo esclavo. Somos esclavos atados de pies y manos en un territorio, que a pesar de ser el nuestro, se nos muestra del todo hostil. Eslavo tal vez porque a los gobernantes de nuestro nuevo país, imaginado o imaginario, no se les ocurrió otra tontería mayor que adoptar el paneslavismo como doctrina dominante, ¿absurdo? No tanto como introducir una K y una diéresis innecesaria. La K se la debemos a toda una tradición literaria y audiovisual que ha afectado a los primeros habitantes de este Estado hasta tal punto de ionesquizarlos, buñuelizarlos, jardielizarlos de una forma tan beckettiana y esperpéntica que ni el propio Sinisterra sería capaz de reconocer el bombín de un Charlotte que habla con acento de Sussex. La diéresis aparece porque, incapaces de renunciar a sus raíces, a esos arrels que muchos se han empecinado en conservar en formol, quieren devolver la vitalidad a ese elemento del lenguaje tan suyo y tan propio de aquellas lenguas occitanas, con la egoísta intención de poder degustar esos dos puntos sobre vocal de una forma incomprensible para los que no cotizan en una bolsa lingüística, que desde fuera, puede parecer a la baja.
Bienvenidos a nuestra república ukräinita de librepensamiento e inevitable anagnórisis teatral, donde no existen pasaportes, sólo está prohibido prohibir, los algodones de azúcar no se pegan a tu paladar y donde probablemente nunca querrán expedir un billete de vuelta a la realidad.
Les deseamos una feliz estancia.
Próximamente la presentaremos, iremos informando.
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