Una cançó per a Europa entre los graznidos de los buitres

Un millón de buitres. Las luces se apagan y al encenderse la oscuridad no ha desaparecido: es dos mil veintitrés y en el trono de la Unión Europea se sienta un nuevo emperador rodeado de fieles fanáticos y otras alimañas, en la oposición arrodillada y maniatada a punto de ser ejecutada lloran los que se pensaron compañeros de extremo del espectro ideológico. El nuevo emperador viste una corbata verde y ríe y se deleita con el espectáculo porque él no sabe de compañeros, solo de poder: le han dejado llegar por no ver la verdad en el fondo de una botella de Anís del Mono y ahora tiene planes para el mundo. La radio emite consignas eclesiásticas futbolísticas meteorológicas que disuelven poco a poco las mentes de unas filas de dignidad deslucida y pantalones parcheados: hay que hacer lo que sea necesario y otros tópicos sin sustancia de la demagogia se emiten sin cesar para proteger el exterior de las fronteras mientras la infección llega a su fase terminal puertas para adentro y la Europa desquiciada del emperador colapsa a balazos en una orgía violenta y demencial producto de la paranoia, la sospecha y la búsqueda infinita de enemigos. Europa pasto de los buitres una vez más.

Entré a la Matilde Salvador de para asistir a la representación de Una cançó per a Europa de Escena Erasmus sin saber bien qué vería, aunque tenía pistas: que la dirección escénica corra a cargo de Javier Sahuquillo augura alto pensamiento, mitología y disparate, crítica sincera e irreverente, humor burdo y elevado, compromiso con la dramaturgia, clímax extáticos, paroxismos del absurdo y un poco de hastío existencial también. Me encontré además con un grupo de actores y actrices con distintos acentos -noruego, etíope, alemán, francés, italiano, gambiano, canario, torrentí, beniganí, xabienc, valladí, bonrempostí-, algunos con voces tan increíbles como la de Hannah Asefu, interpretando en valenciano y castellano indistintamente porque exactamente así es esta tierra y este continente y así son sus naciones.

El texto -de Guada Sáez, Michele Ruol, Begoña Tena, Sònia Alejo, Ignacio García May, Sara Acàmer y Daniel Tormo- nos da un paseo por los procesos que definen al Viejo Mundo y a sus estamentos: un discurso heroico tras el apocalipsis de las ideas revoluciona hasta dar como resultado una generación estúpida que corre en círculos perdida en debates estériles, una prole monstruosa que condena a muerte por sobredosis de diálogo destilada a la perfección en esa gran conclusión que es el pacto para avanzar hacia atrás. Illuminatis nazarenos Ku Klux y una raza extraterrestre en busca de entretenimiento introducen la posibilidad del genio maligno gnóstico como para recordarnos que de genios malignos tenemos los libros de historia llenos en esta Europa de la vida para matar.

Una cançó per a Europa

No lo he dicho todavía, pero la obra está sembrada de momentos musicales divertidísimos y de situaciones que nos arrancan carcajadas, aunque el tono de esta canción para Europa sea a mi juicio muy distinto al que se invoca en el programa de mano: más que de optimismo, el grito es de advertencia. Veintitrés millones de muertos. Un millón de buitres con su millón de picos preparados para rasgar.

#CulturaAlsPobles #leseuropesmenudes


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